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Expectativas en el amor

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Expectativas en el amor

Todos tenemos expectativas. El caso es que tienes que diferenciar entre expectativas e ilusiones. Si eres mi amigo, yo tengo la expectativa de que no me traiciones. Si me quieres, tengo la expectativa de que me cuides. Si trabajo, tengo la expectativa de que se me pague por ese trabajo. Ahora, si yo tengo la expectativa de que mi pareja adivine mis pensamientos, la estoy pifiando porque eso, no es una expectativa realista sino una ilusión.

A lo largo de este artículo analizaré cual es el origen de esas expectativas en el terreno amoroso que tanto daño te hacen y entenderás un poco mejor porque repites una y otra vez ese mismo patrón que a tantas parejas las empuja a pedir ayuda para salvar su relación.

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Cultura VS Crianza

Pero, ¿de dónde vienen estas expectativas? ¿De dónde salieron? Pues tengo que decirte que la culpa aquí, es compartida.

hombre y mujer pasean de la mano

Por una lado, existe un aspecto cultural que a todos nos afecta en mayor o menor medida de la misma forma. Todos, absolutamente todos, estamos bajo el influjo de los valores que nuestra cultura exacerba.

El otro aspecto a tener en cuenta, es la crianza que hemos recibido durante nuestra infancia y como evolucionamos y maduramos durante nuestro transito hasta la adultez.

Cómo son papá y mamá: cómo se aman, cómo se gritan, cómo se ignoran, cómo se sienten el uno al otro. Esos patrones de comportamiento, quedan grabados a fuego en la mente del niño, que aunque no lo parezca toma nota.

La caja tonta

Respecto al efecto que la cultura tiene sobre las expectativas que poseemos, tengo que decirte que a todos nos han vendido el ideal romántico de gestos grandilocuentes, dramáticos y embriagantes. Ese desbordamiento, esa confusión, los altibajos y las reconciliaciones de película. Todo este amor locuaz que domina nuestra cultura, impregna también nuestro sentido del ser amado. Lo cierto es que Hollywood ha distorsionado de forma drástica nuestra idea de romance y pasión.

hombre y mujer en duchaNos han hecho creer que si duele, si hiere, es que es real, es que es amor de verdad. Hemos comprado un amor sufrido, dolorido pero también exultante, pasional e incluso agresivo que nos anestesia. Tan solo basta con echar un vistazo a la cartelera de cualquier cine, los bestsellers  o las series de tendencia. No son más que un monumento al amor insano.

Nos han enseñado a querer mucho, pero mal. Nos han hecho creer que existe alguien perfecto para nosotros en algún lugar, ahí afuera esperando a ser descubierto. Y que si no lo encontramos estaremos destinados a vivir una vida insulsa y carente de valor.

Y esto, lo que hace es que tengamos miedo. Miedo primero a no encontrar a ese ser amado y segundo a perderlo si es que lo encontramos por mostrarnos tal y como somos; vaya a ser que nos deje de querer.

Pero lo cierto es, que la gran verdad, aunque no tan glamurosa, es que la pasión se mantiene viva cada vez que hacemos saber a nuestra pareja que la valoramos en el día a día.

El amor hay que trabajarlo y lo pequeño nunca es banal ni insignificante, todo lo contrario, tiene un gran valor porque hace la vida amable y llevadera. Lo pequeño se hace grande. Esa es la gran verdad que esta sociedad intenta que no veas para que sigas consumiendo ese amor malsano y de segunda te te destina a una vida de insatisfacción crónica.

Puede que te resulte extraño pero la pasión en una pareja crece cada vez que ella dice: ”¿Tenemos papel higiénico?” . Y él contesta: “No estoy seguro, pero voy a coger un paquete por si acaso”. La pasión crece cuando le dejas preparado el desayuno para cuando se levante, cuando te acuerdas de que ella toma el café sin azúcar, cuando sales con sus amigos, cuando le preguntas que tal le fue el día en el trabajo, cuando os vais juntos a la cama todos los días, aunque tu no tengas sueño.mujer habla con hombre

Irónicamente, aquellas escenas que demuestran un amor verdadero y pronostican una relación romántica sana y saludable son aquellas que cualquier director de Hollywood rechazaría de plano.

Papá y Mamá

Al efecto que la cultura ejerce sobre nosotros, debemos añadir los años que como espectadores, hemos presenciado dinámicas relacionales en el seno de nuestra familia. Lo habitual es que entre los 5 y 7 años de edad, los niños inicien una identificación admirativa con respecto a la figura parental de su propio sexo que intuyen más adecuada como referente ideal de comportamiento.

Lo habitual es ese lugar lo ocupen el padre, en el caso del niño y la madre, en el caso de la niña; pero cuando ninguno de ellos cumple los requisitos para interpretar dicho papel, entonces el niño o la niña desplazan en los abuelos, tíos, hermanos u otros adultos adecuados esa necesidad de identificación que les proporciona seguridad y convierten al adulto elegido en una figura que utilizan de guía para su desarrollo.

muñeco habla con otro muñecoLo que quiero decirte con todo esto es que la idealización en la infancia no solo es natural sino que es inevitable y necesaria para la maduración psicológica del niño. Es normal que de pequeño, pensaras que tu padre fuese la reencarnación de Nikola Tesla, simplemente por decirte la hora después de mirar su reloj analógico.

El problema surge cuando las personas no maduran y necesitan encontrar en el novio o la novia de turno aquellos valores que atribuyeron en su infancia a las personas idealizadas. Esto no solo estrecha el circulo de aquellas parejas que pudieran resultarnos atractivas sino que además dificulta la estabilidad de una posible relación, puesto que difícilmente alguien real puede competir con los valores irreales de la figura idealizada.

¿Estamos pidiendo peras al olmo?

Aquel que se siente defraudado porque su pareja no está a la altura de lo que él necesita, deberá averiguar hasta qué punto sus expectativas son normales y pueden ser satisfechas.

olmo estrangula a hombre

O hasta qué punto sus demandas son excesivas porque son un residuo de idealizaciones infantiles que ninguna persona viva en este mundo podrá satisfacer. Puede que estés pidiendo peras al olmo como se suele decir.

Tenemos el ideal romántico de volcarnos en una sola persona para que satisfaga una lista interminable de necesidades: queremos que sea nuestro mejor amante, nuestro mejor amigo, el mejor padre, nuestro compañero emocional intelectual, etc.

Y  escogemos a una única persona: la elegida, la única, la inigualable y básicamente le pedimos que nos de lo que antes toda una aldea solía dar: identidad, pertenencia, sorpresa, seguridad, confianza, continuidad, confort, novedad, estabilidad. Si conoces a alguien que pueda darte todo esto, por favor, no te lo guardes para ti, preséntamelo.

No te das cuenta, pero tú amas una idea. Una idea de ideal romántico que te ha calado hasta los huesos. Y lo que deseas con toda tu alma es que esa persona se adapte a esa idea. No caes en la cuenta de que cuando quieres de verdad, lo que más deseas en realidad es que esa otra persona sea ella; contigo y sin ti.

Y entonces…

Y claro, en algún momento, te das de bruces con la realidad. Esto suele ocurrir cuando pasa la etapa de enamoramiento. Cuando el deseo decrece, y descubres que al otro le huelen los pies y el aliento.

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Es un verdadero cataclismo emocional. Alguien debería haberte avisado de que no toda persona que logre hacerte llegar al orgasmo y te trate bien después, sería un excelente padre o madre para los 3 hijos a los que ya pusiste nombre y apellido.

Y es entonces, cuando empiezan las quejas y las demandas. Es cuando se revisa el contrato y se depuran responsabilidades. ¿Pero a quien vas a culpar? ¿A quién vas a responsabilizar de tus anhelos?

Será entonces cuando te toque decidir. No existe la posibilidad de cambio. No puedes esculpir al otro utilizando como molde tus propias necesidades. No puedes inventarlo.

Ten en cuenta que los actos de amor son válidos sólo si se realizan sin condiciones ni expectativas. Así que acepta a esa persona tal y como es o déjalo marchar.

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