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¿Quieres ser un minimalista?

dos hombres hablando

¿Quieres ser un minimalista?

¿Y si te dijera que puedes vivir una vida más simple? (no fácil). Una vida con menos estrés, menos deudas, menos distracciones y más tiempo, más libertad, más significado, más valiosa. ¿Estarías dispuesto a hacer espacio para aquello que de verdad importa? ¿A deshacerte de lo superfluo que hay en tu vida? ¿A vivir deliberadamente con menos? ¿A dar un paso atrás y hacer más con menos? En definitiva, a ser un MINIMALISTA

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Creando una necesidad

Vivimos en la época con mayor nivel de vida de toda nuestra historia. Podemos tener lo que queramos en un solo clic. ¿Por qué también es la época en la que nos sentimos más solos, más deprimidos y más insatisfechos? Eso, al menos es lo que dicen los datos. Que los problemas de salud derivados del estrés como la depresión o la ansiedad se han disparado en los últimos 30 años.

hombre con corazon

¿Sera que nuestra crisis ya no es material? Sino existencial o espiritual. Tenemos tantas porquerías materiales y tantas oportunidades que ya no distinguimos qué debe importarnos ni qué debe valernos un carajo. ¿Será eso por lo que muchos de nosotros sentimos un hambre espiritual difícil de saciar?

Hay un vacío que nos corroe y que intentamos llenar con cosas, muchas cosas. Pasamos tanto tiempo a la caza, intentando comprar nuestro camino a la felicidad que presuponemos a la vuelta de la esquina, que se nos pasa la vida intentando saciar ese hambre, intentando rascar un poco más, ansiosos, insatisfechos. “Tenemos empleos que odiamos para comprar cosas que no necesitamos” tal y como dijo Tyler Durden en el Club de la lucha.

Y la cruda realidad es que tú y yo estamos diseñados para sentirnos permanentemente insatisfechos. Así hemos sobrevivido a lo largo de nuestra historia. Siempre queremos más, más emociones, más posesiones, más experiencias.

Es nuestro instinto de exploración, de conquista, el que nos ha impulsado en el pasado a lograr las hazañas más inverosímiles en la historia del ser humano. Pero hoy día hay quienes están explotando este aspecto de una manera un tanto maquiavélica.

La publicidad ha contaminado nuestra cultura, se ha infiltrado en cada rincón de nuestra vida. La encontramos en la calle, sobre los autobuses, taxis, letreros, pero también ha llegado a la intimidad de nuestros hogares a través de series, películas, libros, redes sociales, etc.

El bombardeo es constante. Abres una revista, tu Instagram o tu Facebook y te dicen: “Mira, así debería ser tu vida”. Te crean una necesidad, una ilusión. Y cada año que pasa hay más medios, más opciones, más estímulos, más ruido.

Quieren convencerte de que la clave para una buena vida es un coche más rápido, un trabajo mejor, una mujer más guapa y un patio enorme con piscina para tus dos estupendos y modélicos hijos.

dos amigos hablan

Te quieren hacer creer que la solución a tus problemas es tener más y más y te repiten una y otra vez: compra más, haz más, almacena más, sé más. Ya lo dijo Noam Chomsky:  “Ellos entendieron que era más sencillo crear consumidores que someter a esclavos”.

Creo que sabes de lo que hablo. Todas esas modelos despreocupadas de cuerpos perfectos tras 3 embarazos con vidas glamurosas, sexis y con tiempo para reciclar y ser feministas e incluso apadrinar al último koala ciego de una estirpe de koalas ciegos con muy mala suerte.

Instagramers viajando a lo largo y ancho del mundo publicando selfies en una infinity pool de un hotel boutique perdido en medio de la selva balinesa. O youtubers ganando en un mes desde su cuarto a rebosar de funkos y antes de que sus madres los avisen para la cena, lo que una familia en un año.

Es todo una gran farsa. Un teatro de la apariencia que se sustenta explotando tus inseguridades e ingenuidad. Es el postureo elevado a la enésima potencia. Es cinismo de andar por casa.

Siento pincharte tu burbuja pero las supermodelos apenas comen, tienen asistentes que lo hacen por ellas. Los instagramers que tanto admiras con sus fotitos de fiestas, viajes, comidas exóticas y hoteles de lujo se siente solos. ¿sabes cómo lo se? Hazte una pregunta: ¿Tu miras tu móvil cuando realmente te lo estas pasando bien? Ahí lo tienes, yo tampoco.

hombres en muelle sobre el marY que decir de los youtubers, la mayoría es cierto que tienen unos ingresos bastante válidos pero la realidad no tan glamurosa que no te cuentan es que si no estudian o no se forman profesionalmente, en unos años nadie los recordará. Así de simple.

¿De verdad te tragas todas estas historias de jóvenes exitosos tipo Mark Zackerberg que se hacen millonarios en cuestión de meses manejando su imperio desde su garaje con una bolsa de nachos sobre la barriga? Voy a contarte algo que no quieren que sepas.

Mark Zackerberg por ejemplo no creó Facebook de la nada. Desde muy joven asistió a escuelas de élite donde tutores privados lo instruyeron en programación.

Bill Gates, otro de los grandes mitos, fundador de Microsoft consiguió su colaboración con IBM gracias a su mamá, una importante empresaria con sólidos contactos en las altas esferas.

La historia de Jeff Bezos y de cómo creó Amazon en un garaje es otra gran patraña. Es cierto que Amazon salió de un garaje pero solo porque Jeff quería imitar a otras empresas. Lo que no ten cuentan es que nuestro humilde emprendedor ya contaba con la calderilla que sus padres ya le habían cedido: nada más y nada menos que unos 200 mil dolares.

¿Sabes cuantos Mark Zackerberg con el mismo o más talento pero con un poquito menos de suerte hay en el mundo? La mayoría de personas que calificarías como exitosas han fracasado muchas veces en su vida, solo que tú no lo sabes.

dos muñecos blancos hablan

Ya lo decía Michael Jordan: «He fallado más de 9.000 tiros en mi carrera. He perdido más de 300 partidos. En 26 ocasiones me confiaron el tiro ganador y fallé. He fallado una y otra y otra vez en mi vida, y por eso he tenido éxito».

Hay una plantilla para conseguir ese sueño dorado de falso y aparente éxito instantáneo . Ahora eso sí. No es gratis. Si quieres alcanzar tal plenitud tendrás que hacer ciertas concesiones. Siempre hay truco.

Ellos crean la oferta y la demanda. Quieren que creas que de verdad necesitas estas cosas. Quieren que corras detrás de la zanahoria, que hagas colas kilométricas a las puertas de tu MediaMarkt de confianza cada Black Friday para hacerte con el último dispositivo que te hará sin lugar a dudas más feliz.

¡Deseo concedido!

Y la triste realidad, la letra pequeña, lo que nunca nadie te advierte, es que nunca vas a tener suficiente de algo que realmente no quieres. Porque tú no quieres otro coche, otra casa o más velocidad en tu móvil de última generación; tu deseas lo que te han dicho que te aportaran: satisfacción, estatus, seguridad, llenar ese vacío.

Porque, no te confundas, lo que llevas ahora colgado de la muñeca no es un Apple Watch, es un vano intento de gritarle al mundo: “¡Eh! Si te apareas conmigo es más probable que nuestros hijos sean más guapos e inteligentes que si te apareas con alguien que usa un triste Casio que solo da la hora”. Nuestra identidad ya no se define por lo que hacemos sino por lo que poseemos.

Algunos se creen Tutankamón. Pareciera que van a ser enterrados con todas sus posesiones para así poder disfrutar de ellas en el más allá. Una lástima que adonde vas, no haya wify y tu iPhone no sea más que un bonito pisapapeles.

Cuando una sociedad empieza a medirse no por sus valores o comportamientos sino por los símbolos de estatus que va atesorando, no solo es superficial sino tremendamente cruel.

¡Pero es que lo ponen tan fácil! Desde la comodidad de tu salón puedes acceder a esa porción de felicidad que te mereces mediante la adquisición de más bienes y posesiones y así asegurarte una vida plena y con significado.

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Además, todo está más barato gracias al gigante exportador de China y disponible 24 horas al día a tan solo un par de clics. Habría que estar loco para no caer.

Y claro, caes. Finalmente te haces con ese producto con el que estabas obsesionado. Lo tenías guardado en tu lista de deseos de Amazon, tu diario online, desde hacía meses.

hombre habla con monstruo rojoY de repente, sale una nueva versión mejorada en 12 formas distintas. Y el que tenías ya no te importa. De hecho, tenerlo se ha convertido en una fuente de insatisfacción. Es más, te avergüenza. Y piensas: “¿Qué me ocurre? Debería ser feliz, tengo un montón de cosas”.

¿Qué me falta? o ¿qué me sobra?

Y lo que pasa es que estamos errando la jugada. Estamos confundiendo placer con felicidad. Y aunque parecidos, no son los mismo. El placer es genial, pero como valor alrededor del cual gira tu vida, es algo así como comida basura. Preguntale por ejemplo a ese adicto al juego como le fue con la búsqueda de placer; si alcanzó la felicidad.

hombre con barba blanca y gorroEstamos rezando a un dios falso que nos promete esa satisfacción vital que tanto ansiamos. Es fácil de conseguir pero tiene un contratiempo; tal como viene se va. Y lo que deja tras de si, es un poso de ansiedad e insatisfacción crónicas con las que es muy difícil convivir.

No me malinterpretes; el placer es necesario pero no es suficiente. El placer no causa la felicidad; más bien es el efecto. Es decir, que si bordas todo lo demás, el placer vendrá por si solo.

Esto nos pasa porque tenemos ideas preconcebidas sobre lo que nos hace felices. Estamos confundidos y esto nos lleva por un camino equivocado y autodestructivo. El que nos han vendido. Pero existe una alternativa. Puedes crear tu propia plantilla. Puedes ser un minimalista.

Jim Carrey dijo: “Me gustaría que cualquiera pudiera llegar a ser rico y famoso para que viera que esa no es la solución”. Y en cierta manera tiene mucha razón. Son muchos los estudios que avalan la idea de que una vez satisfechas nuestras necesidades básicas: un techo bajo el que dormir, comida, salud, etc. un incremento en nuestra economía no se traduce en un incremento de nuestra felicidad.

Si te estas muriendo de hambre y vives bajo un puente, un extra de 60.000 euros afectará seguramente a tu felicidad. Pero si perteneces a la clase media acomodada de un país desarrollado, ese extra no te afectará mucho. En pocas palabras, puedes estar partiéndote la espalda echando horas extras y sacrificando fines de semana, básicamente para nada.

Pero ¿qué tenemos en la cabeza?

Entonces, ¿Qué estamos haciendo? ¿Por qué tenemos el triple de espacio que hace 50 años y aún así necesitamos trasteros donde seguir acumulando?

Uno de los últimos estudios al respecto demostró a través de la utilización de mapas de calor, que la familia media, apenas llegaba a utilizar el 40% del espacio en casa diariamente. Nadie usaba el comedor, nadie “estaba” en la sala de estar, ni siquiera en la terraza con increíbles vistas y que habían decorado al más puro estilo sueco tipo Ikea. ¿No te parece irresponsable vivir de esta manera?

Creo que el espacio no lo necesitamos para más muebles. No son metros cuadrados lo que nos falta. ¿Cómo en la época en la que nos sentimos más solos, buscamos poner más distancia con los demás?

Nuestras madres se vestían para el frío y para el calor. Hoy, hay al menos 12 temporadas al año con sus correspondientes rebajas, qué por cierto cada vez se adelantan más. Pareciera como si uno viviera constantemente en rebajas.

Lo más desconcertante es que todo va a tanta velocidad, qué después de un par de semanas, esa chaqueta que se viralizó en Instagram y cuyas existencias se agotaron en apenas unas horas, ahora esta totalmente out y no sabes que hacer con ella si solo te la pusiste un par de veces.

Pero no te preocupes, ahora hay todo un mercado de segunda mano que te permite deshacerte sin culpa alguna de todo esa basura que acumulas y todo, siendo joven y exitoso como nos muestran las publicidades de estas famosas plataformas como Vinted o Wallapop.

¿Cómo me convierto en un Minimalista?

Ahora, quiero proponerte algo distinto. Y quiero que lo pienses detenidamente. Cada posesión que adquieras tiene que tener una finalidad y añadir algún valor a tu vida.  Tienes que preguntarte: “¿Esto me hace realmente feliz? ¿Qué me aporta?

dos amigos hablan sobre trabajo

Si resulta que no te aporta nada, hay que deshacerse de ello. Queremos cosas que usemos a menudo, no en raras ocasiones. Imagina que abres tu armario y toda la ropa que ves, es tu ropa favorita.

No me malinterpretes, puede que para ti, tu colección de libros sea valiosa. Puede que quieras volver a leer esos libros dentro de un tiempo e incluso compartirlos con alguien, un amigo, tus hijos, etc. Entonces quédatelos.

Ser un minimalista no trata sobre ser radical. Solo se trata de dar el espacio que le corresponde a aquello que importa, aquello que para ti tiene un verdadero valor.

Deshazte de todo aquello que te sobra… o no. De cualquier forma me gustaría acabar este articulo con una frase de Joshua Fields y Ryan Nicodemus, dos grandes figuras del minimalismo: “Ama a la gente y usa las cosas… porque lo contrario nunca funciona.”

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